COMUNICADO DE LA C.G.T
Hablemos de inequidad salarial, pero hablemos en serio:
El Gobierno quiere engañar al pueblo
Después del fracaso del paquetazo fiscal , luego
de que se ha dejado en la completa impunidad el festín de las consultorías con
el BCIE encabezado por Rodrigo Arias y el caso ICE-ALCATEL que evadió Figueres
, luego de que destaparon los vergonzosos casos de evasión fiscal del ex
ministro Herrero y los chorizos de tráfico de influencias que involucran al
vicepresidente Liberman y al ministro de Educación Garnier, relacionados en la
contratación de asesorías a la consultora Procesos, propiedad de Flor Isabel
Rodríguez, esposa de Herrero, y por si fuera poco, después del monumental escándalo
de corrupción evidenciado con la construcción del Trocha fronteriza; el
gobierno de Chinchilla se ve obligado a sacar el arsenal pesado, dos proyectos
de Ley, el llamado Plan B: la Ley de manejo eficiente de las
finanzas públicas y la semana anterior anunció la siguiente movida, el
plan C: la Ley
para el ordenamiento de las retribuciones adicionales al salario base del
sector público.
Les llamamos plan B y plan C para nombrarlos con mayor
facilidad, pero estos dos proyectos en realidad son complementarios y
representan una arremetida brutal en contra de la clase trabajadora y contra el
patrimonio público de las y los costarricenses.
El plan B
De aprobarse el plan B, todas las instituciones
públicas pasarían a estar reguladas por la Autoridad Presupuestaria; es decir,
cuando lo deseable sería que instituciones como el Patronato Nacional de la
Infancia ganaran autonomía, el gobierno de Chinchilla realiza el esfuerzo
contrario, quitarle autonomía a la Caja Costarricense del Seguro Social, a las
universidades públicas y a las municipalidades, para tener un mayor control de
los recursos y los presupuestos. Esto es muy peligroso, porque permitiría una
mayor injerencia del Poder Ejecutivo sobre las instituciones, lo cual podría
facilitar procesos de debilitamiento institucional en instituciones clave.
Sabemos, por ejemplo, que existe una política de deterioro institucional en la
CCSS que se ha venido aplicando desde hace muchos años, cuyo objetivo es
obligar a la población asegurada a recurrir a los servicios privados de salud.
De aprobarse este fortalecimiento de la Autoridad Presupuestaria podrían
utilizarse una mayor cantidad de mecanismos burocráticos para debilitar al
seguro social.
El discurso del gobierno plantea que lo que buscan es
hacer un manejo más eficiente de los recursos públicos, pero en realidad lo que
pretenden es tener más recursos para que el Poder Ejecutivo pueda usarlos
a su antojo. Veamos el proyecto con más detalle: en el
Artículo 6° dice textualmente: “Autorizase a las instituciones públicas y los
órganos desconcentrados que prestan servicios públicos divisibles para
que cobren por estos. Los recursos obtenidos de dicha forma serán utilizados
para asegurar el funcionamiento de la institución, incluyendo el financiamiento
de sus gastos operativos y el pago de su planilla”. Más adelante, en el mismo
artículo 6° establece que las instituciones públicas y los órganos desconcentrados,
de aprobarse el proyecto de ley, después del primer año deberá cubrir con estos
cobros el 25% de sus gastos, y aumentará un 25% por año, de manera tal que
después de cuatro años las instituciones públicas, independientemente de si son
rentables o no, estaránobligadas a vender servicios para poder subsistir
y el gobierno central se libraría de su obligación de financiamiento, dejando
recursos libres para el gobierno central.Por otro lado, en el artículo 8° dice
que las instituciones deberán transferir el 25% de sus utilidades al Poder
Ejecutivo. El artículo 4° dice: “Las entidades públicas deberán reintegrar al
Fondo General del Gobierno, las sumas correspondientes a superávit libre…”. Es
decir, el objetivo de este proyecto de ley es, por un lado, aumentar el control
que el gobierno central tiene sobre las instituciones autónomas y los órganos
desconcentrados y, por otro lado, reducir la cantidad de dinero que se invierte
en las instituciones públicas, aumentando así los recursos del Fondo General
del Gobierno, conocida como caja única del gobierno central.
El plan B lo que pretende es una especie de
privatización solapada de los servicios públicos que brindan las instituciones,
pues al obligarlas a financiarse con las ventas de servicios, lo que hacen es
trasladarle a la población usuaria los costos. Como no lograron aprobar el
paquetazo de impuestos ahora pretenden dejar los recursos recaudados por los
impuestos en la caja única del estado y trasladarle a la población usuaria el
costo de los servicios. Es decir, en la práctica, vamos a tener que pagar dos
veces por recibir los servicios públicos: en los impuestos que nos rebajan,
porque ya existen impuestos para financiar las instituciones, y a la hora
de recibir los servicios públicos que necesitemos, nos van a volver a cobrar
por usarlos.
El plan C
Con el plan C, que en realidad es como un complemento
del plan B, el gobierno de Laura Chinchilla pretende equiparar hacia abajo los
salarios de las y los funcionarios públicos.
El plan C plantea, en la práctica, la eliminación de
las convenciones colectivas en el sector público, en el artículo 7° el proyecto
de ley dice textualmente: “Toda
convención colectiva nueva o su renovación, así como todo reglamento, contrato,
convenio, acuerdo, estatuto o acto que permita el otorgamiento de beneficios
económicos deberán entenderse limitados por esta ley. Cuando las convenciones
colectivas suscritas en el Sector Público contengan cláusulas que establezcan
que la convención se mantiene vigente hasta tanto se negocie una nueva, se
entenderá que el plazo para una nueva negociación no puede exceder el plazo de
6meses.Superado ese plazo sin que se concrete la nueva negociación, la
administración procederá a denunciar la convención colectiva correspondiente.”
El gobierno ha insistido en su discurso que no se afectarán los derechos de las
y los trabajadores que actualmente laboran para el estado; sin embargo, cuando
se denuncien las convenciones colectivas vigentes, no solamente se afectarán
los funcionarios que vienen entrando a la función pública sino a todas y todos
los trabajadores de la institución en cuestión.
Algunos de los derechos adquiridos que se verían
afectados con esta ley sería el de la ruptura del tope de cesantía que existe
en algunas instituciones del Estado, así como el pago de las incapacidades. Un
poco lo que ya habíamos planteado anteriormente, la aplicación de estas medidas
para las y los trabajadores de la CCSS era la punta de lanza, una especie de
laboratorio social que ejecutó con mucha frialdad y eficacia Ileana Balmaceda,
un poco como para tantear el terreno. Ahora que lo han aplicado con éxito,
pretenden extenderlo al resto de funcionarios y funcionarias públicos. Pero
también el proyecto de ley arremete contra la dedicación exclusiva, la
disponibilidad y las anualidades.
Para justificar todo esto el gobierno ha hecho un
enorme despliegue mediático, diciendo que los funcionarios públicos son
abusivos y que por los enormes privilegios que tienen el gobierno está
quebrado. Sin embargo, si el Gobierno de Laura Chinchilla está dispuesto a
discutir sobre la inequidad salarial, en la Central General de Trabajadores
estamos dispuestos y dispuestas a tomarle la palabra. Pero empecemos por
establecer con claridad en dónde es que están verdaderamente los privilegios y
los abusos.
Atando Cabos
En un artículo publicado en El financiero, la última semana
del mes de febrero de 2010, que lleva por título “Bajos salarios atan al
gabinete” se expone de manera dramática lo que se considera es “el dilema
de la Presidenta”: “El salario promedio de
un ministro puede representar apenas de un 60% a un 70% del ingreso de un
miembro de una junta directiva, un 40% del salario de un gerente exitoso, y
menos de un 20% de un presidente de empresa con experiencia, según estimaciones
del mercado de la firma Manpower.” En el mismo artículo se plantea que los
salarios de las y los jerarcas institucionales, no sólo no son competitivos con
el sector privado, sino que tampoco lo son con relación al resto de Centro
América; que por ejemplo, en Panamá ganan el doble que aquí y que los salarios
que se reciben en México, Chile o Colombia simplemente dejan “al país perdido”.
En el artículo se dice que Laura Chinchilla afirma que será muy difícil llenar
los puestos de su gabinete con los salarios disponibles, pues un salario de
$4.200 al mes no es atractivo y coincide con Rodrigo Oreamuno, ex
vicepresidente y ministro de la presidencia durante el gobierno de José María
Figueres, que es necesario aumentar los salarios del gabinete, pero que esta
reforma, por ser impopular, la debe realizar un gobierno saliente.
¿Para qué quiere entonces el gobierno de Laura Chinchilla
aumentar, mediante el control y la restricción del gasto de todas las
instituciones públicas, la caja única del Estado, y al mismo tiempo reducir los
salarios de las y los funcionarios públicos? ¡Pues claro!, para aumentar el
salario de las y los políticos empresarios que nos mal gobiernan; para seguir
pagando sumas millonarias por consultorías a compadres y comadres, como las que
le pagaron a la empresa Procesos; para continuar haciendo trochas “mochas”,
como la que hicieron en la frontera norte, para seguir con el mecanismo de la
concesión de servicios a terceros y la concesión de obra pública y así
continuar privilegiando a amigotes y amigotas, testaferros y socios, que ya de
por sí son de la gente más privilegiada de este país.
Las y los políticos empresarios, que tienen el control
del gobierno, también tienen el control de las empresas, esas mismas empresas
que dirigen y de las cuales extraen ganancias multimillonarias, a costa del
trabajo de cientos de miles de trabajadores y trabajadoras, ingresos tan
enormes que hace que arruguen la cara al ver los salarios de más de $ 4.000 que
paga el Estado costarricense a las y los altos funcionarios, con los
impuestos que se le cobra a todo el pueblo.
Son estos mismos políticos empresarios, los mismos que se
rasgan las vestiduras en las páginas de El Financiero, los que están tratando
de convencer a las y los trabajadores del sector privado que las y los
trabajadores del sector público son unos abusivos y que los sindicatos
solamente defienden privilegios. El problema no es que los sindicatos del
sector público defiendan las convenciones colectivas y los derechos adquiridos,
el problema es que las y los trabajadores del sector privado no tienen ni
siquiera los derechos mínimos, no tienen ni siquiera derecho a organizarse,
pues, aunque en la Constitución Política diga que en Costa Rica existe y se
respeta la libre sindicalización, todo mundo sabe que, en la empresa privada,
las y los trabajadores que intentan organizarse son despedidos y despedidas,
perseguidos y perseguidas por sus patronos con técnicas muchas veces
gansteriles. Cuando las y los trabajadores de la empresa privada no les pagan
horas extra, cuando son sometidos y sometidas a hostigamiento sexual o laboral,
cuando tienen sobrecarga laboral, tienen solamente el derecho de quedarse
callados y calladas y seguir trabajando; porque en este país la democracia se
acaba cuando las personas cruzan la puerta de la fábrica o la empresa.
¿Quieren entonces hablar de equidad salarial y laboral? Está bien, hablemos, pero
hablemos en serio.
Pueblo de Costa Rica: No traguemos el anzuelo, no nos
dejemos engañar: arrebatando los derechos y congelando los salarios de las y
los trabajadores públicos, los sectores dominantes lo único que quieren es
tener más recursos para continuar enriqueciéndose a manos llenas, saqueando los
recursos del Estado, y al mismo tiempo, destruir las organizaciones sindicales.
¡No lo permitamos!
JUNTA DIRECTIVA NACIONAL
CENTRAL GENERAL DE LAS Y LOS
TRABAJADORES (CGT)
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