La madre de todas las luchas
Serie: “El que tenga ojos para ver, que vea”.
Franco Benavides, Secretario General AFUMITRA
SECRETARIO DE PRENSA Y PROPAGANDA CGT
Nadie es tan ingenuo como para pensar que al patrono le debe simpatizar que en su empresa o institución exista un Sindicato. Y aunque algunos políticos-patronos repitan, sin convicción y con una gran dosis de hipocresía, que “sin sindicalismo no hay democracia”; en lo más hondo de su patronal corazón le ruegan a Dios que un rayo parta al Movimiento Sindical, o al menos al Sindicato que les joroba la vida dentro de lo que sería, de no ser por él, su confortable espacio de poder.
Eso es así porque, simplemente, el Sindicato es el poder de los trabajadores en el ámbito del trabajo y como tal disminuye en menor o mayor medida el poder patronal. El Sindicato es algo así como un contrapeso que impide el imperio absoluto de la voluntad patronal: ¿y qué patrono no quiere ser soberano en el feudo que, cree, la divina providencia le obsequió?
Esto suena a lucha de clases, cosa que, en el ideario neoliberal, está pasada de moda, pero que en la terca realidad sigue existiendo: cada “negociación salarial” expresa esa lucha y delata a quiénes están en una u otro bando. El Indice de Gini (medida de la distribución de la riqueza) cuantifica en qué tanto un bando social va ganando la pelea por el reparto de la riqueza.
El poder y la riqueza (y el prestigio, le agregaría el sociólogo Weber) siguen partiendo a la humanidad en pobres y ricos, desposeídos y poseedores, asalariados y patronos, proletarios y burgueses (éstos últimos son los dos personajes preferidos del malévolo Carlos Marx, al que tanto le gustaban los sindicatos). Y mientras exista desigualdad dentro del mundo laboral, existirán Sindicatos o intentos por crearlos.
Todo lo dicho antes –por aquello de que alguien esté asustado- se encuentra en los manuales y documentos oficiales de la OIT, solo que en lenguaje corrongo. Es el abecé del Sindicalismo y casi ningún sindicalista que lo sea realmente, lo negará.
Eso, como decíamos al inicio, no es del gusto de patrono alguno. Se lo tragan porque si no se atragantarían con la conflictiva realidad que se abre paso por su estrecha garganta. Se lo tragan…, aunque hagan caritas. Solo que a algunos les cuesta un poquito más y hasta se meten el dedo procurando encontrar un vómito salvativo. A esos hay que ayudarlos a tragar al Sindicato por todos los medios posibles: por las buenas o por las malas; por vía legal o por la fuerza. Lo que no puede ser, es que le demos gusto al gusto antisindical de un patrono que se imaginó una tierra libre de Sindicatos, pero pletórica de desigualdades e injusticias.
6 de junio del 2011
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