lunes, 23 de mayo de 2011

Solidarismo con rango constitucional: Verdades ocultas e incomodas

Carlos José Cabezas Mora
Secretario General Central General de Trabajadores



En la década de los años 80 se me encargó la tarea de apoyar a un sindicato bananero que luchaba contra la compañía, la cual se negaba a suscribir una nueva convención colectiva, mientras simultáneamente la Escuela Juan XXIII y la Federación Solidarista de la época corrían para hacer una asociación. Para tal fin la empresa se encargó de despedir a los dirigentes sindicales -con el silencio cómplice del solidarismo y el Ministerio de Trabajo-, también obligó a que las y los trabajadores se afiliaran a la asociación y quienes eran afiliados al sindicato eran despedidos.



Mientras duró la vida del sindicato la empresa debía por convención hacer una cancha de futbol para los trabajadores y mediante el arreglo directo la nueva asociación solidarista pactó una cancha de básquetbol ¿adivinan cuál se construyó?



Gracias a los sindicatos norteamericanos varios años después obligaron a los diputados a modificar las funciones del solidarismo separándolas de las de los sindicatos, pero el daño estaba hecho. El bastión sindical arraigado desde la época de Carlos Luis Fallas en los bananales había desaparecido, inventando además la excusa que los logros o "privilegios" -como le dicen los poderosos y políticos- de los trabajadores habían casi quebrado a una transnacional con ganancias multimillonarias.



Nos acusaron en esa época de odiar a Costa Rica, promover el comunismo, de ser generadores de lucha de clases y con ello generar el odio, de eso nos siguen etiquetando haciéndole creer a la población que el Código de Trabajo y la legislación que dio paso a la creación del INVU y la CCSS fue un regalo de los políticos. Intentando borrar el decisivo apoyo de nuestro movimiento a la creación de la actual Costa Rica que tenía una carácter de solidaridad social.



El rango constitucional del solidarismo como una forma "de obtener mejores condiciones de vida y desarrollo económico y social", mediante la expectativa de derecho de cesantía convertida en derecho cuando se es miembro de una asociación solidarista, se crea un capital para el préstamo en las diversas modalidades, como hay además ahorro de los y las trabajadoras el crecimiento de la organización proempresarial es rapidísima, a diferencia del cooperativismo que no cuenta con esta apoyo patronal. Esta declaratoria duró solo un año como proyecto mientras dos Convenios de la OIT que nos favorecen tienen 30 años esperando ser suscritos por esa Asamblea Legislativa.



Al final de los periodos con los fondos generados por los prestamos las y los asociadas obtienen sus ganancias, hasta aquí solo se puede apreciar una actividad de intermediación financiera, pero tal y como comenta Rafael Matamoros presidente de la Federación de Asociaciones Solidaristas del Sector Público "Los sindicalistas ven las mejoras a través de una visión de lejanía entre el patrono y el trabajador, mientras que el solidarismo ve que hay un beneficio en esa relación", citado por La Nación. Tal inocencia no deja de sorprenderme.



El movimiento sindical tiene un instrumento para el desarrollo del país, la democratización económica, distribución de la riqueza, para el dialogo y denomina Convención Colectiva, mediante un proceso de conversación y negociación con el patrono se mejoran las condiciones de trabajo, se puede mejorar el salario, darle estabilidad de beneficios en general, pero el "problema" es que esto implica para la empresa obviamente costos y además generarle buena imagen al sindicato, si este existe y no tiene limitaciones legales para hacerlo.



Como el solidarismo no interviene en nada relativo a las condiciones de empleo y salario los beneficios que genera son solo los excedentes o utilidades de su empresa, se encarga de facilitar el crédito para el celular, la pantalla de plasma o cualquier cosa -dentro de la capacidad de pago del socio-, pero en verdad poco o nada le importa si las horas extras son pagadas por el patrono, si laboramos en una "fabrica del sudor" o sea en condiciones insalubres, tampoco si el salario me da para vivir, si este es mejor que el mínimo de ley, para el solidarismo suponemos cree que está el ineficiente pobre y subdesarrollado Ministerio de Trabajo.



En este contexto es fácil entender porque el movimiento sindical le tiene tanta desconfianza a la absoluta mayoría de los diputados y políticas que fácilmente corrigen la Constitución Política, pero las modificaciones de la mitad del Código de Trabajo que benefician a las mayorías o ayudan a los perseguidos sindicatos les parecen extremistas.



Cuando nos encontramos en el mundo de fantasía donde habita el solidarismo, tan lejos de realidad de la súper explotación laboral y que incluso los tribunales fracasan en la justicia pronta y cumplida, se siente que el único camino que queda contra la injusticia es la organización para "enfrentar o luchar", aunque suenen los términos violentos, al patrono y así obligarlo a cumplir con las leyes laborales fundamento de la democracia costarricense.

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