martes, 31 de julio de 2012

El Estado; usted y yo: nosotros




Carlos J. Cabezas Mora

SECRETARIO GENERAL
CENTRAL GENERAL DE TRABAJADORES
COSTA RICA



Reflexionando sobre la importancia de la seguridad social en nuestro país, practiqué un ejercicio para vincularla con mi vida personal. En un rápido examen repasé cómo, la experiencia institucional individual, me llevó al nivel de vida que actualmente gozo, y no termina mi positivo asombro.



En el año 63 del siglo pasado, el servicio de salud en el Hospital San Juan de Dios le permitió a mi mamá dar a luz a su primogénito, sin ansiedad económica alguna. Ya en esos años, ese nosocomio pertenecía al Seguro Social; antes, ese tipo indispensable de atención se daba por caridad con severas limitaciones, o mediante el pago de servicio privado. De no haber sido así, quién sabe si hubiéramos tenido acceso a esa atención clínica, y sin esta, las posibilidad de sobrevivencia hubiese sido bajísimas para ambos…



Conforme crecí, durante la edad preescolar, me aplicaron el programa de vacunación preventiva en la Unidad Sanitaria del Ministerio de Salud, y me atendieron en la Caja por otros males y padecimientos transitorios. Mientras tanto, disfruté de constantes y eficientes servicios de electricidad y agua suministrados por la Compañía Nacional de Fuerza y Luz y, Acueductos y Alcantarillados, en una casa construida por el INVU.



Con el inicio del período escolar –no existía el kindergarden- tuve el primer contacto con el Ministerio de Educación. Ese fue el comienzo de una prolongada relación continua hasta finalizar la secundaria en el liceo. Además, saqué permiso de trabajo en el PANI para ingresar a la vida laboral como obrero de construcción, donde me pagaban cada semana el salario mínimo, más, un monto por liquidación proporcional de vacaciones, aguinaldo y derechos laborales de cesantía. El Ministerio de Trabajo cumplió cabalmente su función al atender y evacuar dudas.



Posteriormente, todos mis hijos nacieron en el San Juan de Dios, y continuaron asegurados mediante el régimen de cobertura universal. Los gastos de cada parto y el debido seguimiento materno infantil, fueron cubiertos por el sistema médico socialmente solidario de la CCSS.



Mi primer teléfono fijo lo adquirí en el ICE, de igual manera mi primer, segundo y tercer celular.



Algunos años atrás, cuando viví en San Carlos, solo entraban dos señales de televisión sin contar la de Nicaragua: una privada, y canal 13 cuando aún era institución pública. Durante este último tiempo me diagnosticaron diabetes. Fue la Caja del Seguro la institución que durante 9 años me dio, y sigue proporcionándome, el soporte vital indispensable. Solo esta atención a mi crónico padecimiento, supera en mucho mi contribución económica mediante la cuota obrero patronal mensual.



Poco tiempo después tuve la dicha de ser admitido en la enseñanza superior pública. Estudié en la Universidad de Costa Rica y en la UNA, centros docentes donde desarrollé una carrera profesional, que actualmente ejerzo con tesón y mística en una institución estatal. Sé que en ese sentido he sido “privilegiado” si me comparo con otros que no les fue posible tomar las oportunidades a las que tuve acceso, sin embargo esto no niega que nuestro país tiene sus peculiaridades que lo colocan en un nivel de humanidad un poco más alta.



Esta vida que disfruto, sin lugar a dudas, es producto de decisiones que influyeron en la características social, construidas desde y posterior a la década del cuarenta con la fuerza de los trabajadores. La proyección del esfuerzo suministró a una buena cantidad de ciudadanos y ciudadanas una calidad vida superior, la cual, por experiencia personal, sé que no gozan la gran mayoría de países vecinos, e incluso muchísimos en el mundo. No obstante tan extraordinarios resultados, están en riego de terminarse, puesto que el grupo de gente minoritario económicamente poderoso, aliado con los políticos tradicionales ha definido autoritariamente una nueva lógica social, exclusiva para su propio beneficio, en el cual nosotros valdremos por la cantidad dinero que tengamos en nuestro poder.



Debo aclararles que no es que antes o en la actualidad Costa Rica se caracterizó por ser el paraíso en la tierra, es un país lleno de injusticias sociales, distribución injusta de la riqueza y de los impuestos, muchos no tienen garantizado la comida diaria, desertan de la educación por razones económicas o porque el sistema no se puede adaptar a sus necesidades, se persigue a quien protesta o se organiza en sindicatos, para nada es un país colmado de felicidad, eso no implica que los que tenemos de positivo se puede ignorar.



¿Creen que voy a permitir que mis hijos y nietos no disfruten de la dicha que me cubrió, gracias a la lucha de mis antepasados? ¡Desde luego que no!. Estoy convencido de que eso no depende exclusivamente de mí, sino de usted también; o sea, de nosotros. Sé que la mayoría de personas que me honran al leer estas líneas, pueden haber crecido en esa misma Costa Rica descrita. Y que quizás, muchos más, tristemente crean que la protesta pública es una vagabundería. Tal vez prefieran cruzarse de brazos esperando que las “cosas” mejoren por sí solas. ¡Vaya fantasía!



No habrá otro mejor momento que hoy para dar la pelea, para que nuestras instituciones públicas prevalezcan y superen sus limitaciones y mejoren sus servicios en beneficio de toda nuestra sociedad. Dado el gran peligro que amenaza caer y destruir todo, postergarlo para mañana será demasiado tarde. Si no hacemos nada que le diremos a nuestros hijos cuando nos pregunten: ¿por qué no tenemos los mismos derechos que ustedes?

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